China para principiantes: lo que no sabía que me iba a fascinar

Jul 20, 2025

China

..ese destino que tenía pendiente, pero por el que no sentía ese pinchazo de deseo por explorar.. y que iba posponiendo, dando prioridad a otros destinos, que me resultaban “más llamativos”…. Y menos difíciles.

Lo digo sin vergüenza. China me imponía respeto (por su tamaño, por su historia, por lo poco que realmente sabemos de ella desde aquí) y estaba convencida de que algún día iría, pero más adelante, cuando tuviera tiempo, cuando lo preparara con calma… Ya sabéis, «algún día». Y entonces, zas: la oportunidad apareció sin avisar. Y como las buenas sorpresas, llegó justo cuando no la esperaba. Y menos mal que dije que sí.

Fueron unos días fugaces, pero intensos,… de Pekín a Xi’an, pasando por Zhangjiajie y terminando en Shanghái. Un recorrido que apenas rasca la superficie de ese país inmenso y múltiple, pero que me bastó para saber que acababa de descubrir la punta del iceberg de algo gigante. Porque China es eso: muchos destinos en uno. Es una “matrioshka” asiática.

Entré por Pekín

… y si algo fue un acierto por mi parte, fue no esperar al día siguiente para empezar a explorar con la noche ya iluminada por miles de luces de neón… directa al corazón de la capital, Qianmen, la antigua entrada sur de la ciudad imperial.

De aquí parte la calle Qianmen Dajie, una avenida peatonal restaurada con un tranvía turístico, tiendas tradicionales, y restaurantes emblemáticos, pero atención, hay que fijarse en la ínea central en el suelo, normalmente de piedra o baldosa diferente, que marca el que fuera “Camino Imperial”, reservado solo para el emperador, nadie más podía pisarlo. Y ahí estaba yo, caminándolo sin saberlo al principio, y luego con cierta reverencia e ilusión infantil, como si cada paso fuera una travesura histórica.

Más allá de Qianmen Dajie se abre un laberinto de hutongs tradicionales y callejones estrechos con muchísima historia. Hutong, esa palabra que hoy asociamos a los callejones estrechos y los barrios tradicionales de Pekín, tuvo en su origen otro significado. Proviene del idioma mongol y significa “pozo de agua”. Y ya se sabe que, antiguamente, donde había agua, se formaban comunidades. Así nació el primer hutong, el germen de la ciudad de Pekín tal y como la conocemos hoy. Caminar por sus calles es mucho más que turismo: es asomarse a una ventana del Pekín antiguo, ese que existía antes de los rascacielos y los anillos de autopistas. Es la antesala viva de la Ciudad Prohibida, pero también una experiencia en sí misma.

A mí me maravilló perderme por allí. Desde la calle principal, más ancha y animada, hasta los rincones más tranquilos, donde tienen lugar encuentros inesperados… sonrisas de ojos cerrados, miradas curiosas, y niños chinos —turistas también, venidos de los rincones más remotos del país— que me pedían fotos, porque la “rareza”, era yo, con mi piel clara, mis ojos redondos azules y pelo rubiejo, y venga a tomarnos fotos juntos, olvidándonos de los monumentos 😉

Al día siguiente… por fin, la Ciudad Prohibida. Tan inmensa y al mismo tiempo tan escudriñada, recorrida y fotografiada por millones de ojos cada día, que cuesta encontrar el silencio necesario para imaginar lo que realmente fue: una ciudad dentro de otra, un universo cerrado, con reglas estrictas y jerarquías inquebrantables, donde todo giraba en torno a una sola figura: el emperador.

Se Vive Viajes

Es inevitable evocar a Puyi, el Último Emperador. Sí, el de la película de Bertolucci, pero también el de la historia. Ese niño solitario que heredó un trono vacío, encerrado en una burbuja de mármol y rituales, mientras el mundo fuera sus muros ardía en revoluciones y promesas de modernidad. Un niño-emperador en los últimos suspiros de un imperio marchito, mientras una China imparable se transformaba a marchas forzadas, decidida a no mirar atrás.

Pero caminando por sus patios, y a pesar del bullicio de los altavoces, los palos de los guías agitando distintos colores para no perder a sus turistas… algo de aquel pasado aún flota en el aire… Y despedí el corazón de Pekín y de un imperio con la sensación de haber mirado, por un instante, una China que ya no existe, pero que, de algún modo, sigue latiendo.

Al salir de la Ciudad Prohibida hay que explorar los hutongs cercanos. Como el de Shichahau, junto a los canales, hay que vicirlos en tuk tuk, y así lo hice. Nuestro chofer fue el mejor, un hombre enjuto, de piel curtida por el sol y el tiempo, cargaba con dos “mozas” no precisamente tan enjutas como él, sin perder la risa, más allá de la sonrisa, hacia sonar el claxon,  tan alegre como desafiante, avisando de que pensaba adelantar al resto de ciclos del grupo como si estuviéramos en una carrera. Por supuesto podríamos haber optado por el relejante paseo en barco por el Canal, quizás ese será en otro viaje.

Y un días más en Pekín, para la Gran Muralla, imposible abarcarla entera, así que hay que elegir un tramo, acaso dos. Yo fui a Mutianyu. La sección de la Muralla al que se asciende en teleférico… y se baja en tobogán (solo si quieres, puedes desceder en una especie de trineo sobre raíles, yo prefrívolver a disfrutar las vistas desde la comoda telecabina.

Y sí, es como si la historia milenaria se hubiera reconvertido en parque de atracciones. Y con ello, colas interminables, selfies por doquier y esa mezcla entre emoción y hartazgo que solo los grandes iconos del mundo pueden provocar.

Pero… con un poco de paciencia (que no me caracteriza) y cabezonería (que si me caracteriza)… insistiendo me alejé de las primeras decenas de metros llenas de turistas pegados al móvil, tomando fotos, repitiendo selfies… y entonces ¡magia!.

La Muralla se iba vaciando poco a poco. El bullicio se disolvió. El silencio se abrió paso entre torreones de piedras desgastadas. Y de repente ya estaba caminando sobre el lomo de un dragón de piedra, que serpentea sobre colinas verdes hacia el horizonte, sin alcanzar a ver su fin.

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Despedimos Pekín… rumbo al interior, hasta Xi’an.

Y Xi’an me sorprendió de todas, todas.

Un sueño de infancia hecho realidad: al fin vería a los guerreros de terracota, dormidos bajo tierra durante siglos, y emergiendo todavía preparados para la batalla… pero esta es una batalla muy diferente a la que uno se imagina, es una batalla de turistas, apretujados en naves atestadas, pugnando por asomarse al espectáculo.

Hay que tomárselo así, como una batalla, con codos, con empujones, con paciencia… como un turista chino más, porque yo no pensaba  quedarme atrás, con una cortesía políticamente correcta, y contentarme con ver solo las coronillas de los soldados más altos o sus estandartes alzados. Ni hablar, Yo quería estar en primera fila, mirar con calma cada figura, observar sus distintas facciones, posturas, detalles. Lo logré. Y aunque abstraerse de ese turismo masivo es imposible, aceptarlo es parte del encanto….

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Y en ese aceptando, como siempre, llegan las sorpresas. Porque Xi’an no es solo los guerreros. La ciudad, casi al borde del desierto, no es esa aldeíta deslavazada que yo podría imaginar. Xi’an es legendaria, con siglos de historia como puerta de la Ruta de la Seda, alimentada por comerciantes de todos los orígenes. Su fuerte presencia musulmana se siente en el barrio musulmán, un auténtico deleite para quienes amamos los bazares, los zocos y la vida local «real». Pasear por sus callejones es un viaje dentro del viaje, un contraste vibrante y vivo que guarda secretos y sabores de mil años. Y donde no hay que dejar de probar nada!

Dejamos atrás la vibrante Xi’an, para adentrarnos en un paisaje completamente distinto… al sur, en la provincia de Hunan.

Zhangjiajie es real.

Perdida en la naturaleza y las montañas, donde la realidad parece haberse escapado de un sueño o de una película de fantasía. Pero no es una peli, por más que Avatar le haya puesto en el foco de destinos imprescindibles. Sus picos vertiginosos y altísimas columnas de piedra, que se alzan como lanzas en un mar de niebla, forman parte del  Parque Nacional Zhangjiajie,  un área protegida con ascensores que se elevan al cielo, puentes colgantes con suelo de cristal para los más valientes, y teleféricos, para mí personalmente la mejor experiencia del parque, que me hizo sentir que flotaba entre los picos cubiertos de vegetación ¡qué experiencia!

Confieso que soy un poco miedosa de las alturas, así que decidí evitar las experiencias más extremas.. como las tirolinas, el puenting desde el puente de cristal, lo dejo para los amantes de la adrenalina. En lugar de eso, opté por algo que me hiciera vibrar pero sin que el corazón se me escapara del pecho: trekking por la cima, de mirador en mirador, buscando los picos más curiosos, estampas que grabar en mi retina viajera, porque de muchos lugares de naturaleza que eh visto en el mundo… este sin duda es uno de esos que puedo llamar “único”. A veces la aventura no está en la caída libre, sino en la calma de la contemplación y el descubrimiento pausado, sentarte en un kiosko en la cima y probar un jugo de mango, y comer un pepino crudo 😉

Ohhh y en contraste no puedo dejar de hablar de Wulingyuan, la pequeña ciudad que funciona como puerta de entrada principal al parque, y que fue lo más cercano al turismo rural que viví en China. Alejada de las ciudades de rascacielos y millones de habitantes, aquí apenas hay unas pocas calles con casas bajas que conservan un aire auténtico y “tranquilo”.

Nuestra base fue un hotel de cadena china, muy diferente a las franquicias internacionales: sencillo, práctico, y con todo lo necesario justo a la puerta. Especialmente divertida fue la pequeña encrucijada de calles que sirve como centro comercial y de restauración al aire libre, un hervidero de vida y colores. Y que pude explorar de la mano de  nuestra guía local, Gloria (que no era su nombre chino, que resultaba imposible de pronunciar para mí). Gloria siempre sonriente y dispuesta a ayudarme a disfrutar esta experiencia sin que el idioma fuera un problema. Porque aquí, de inglés nada; y de español, ni hablar.

Con Gloria viví toda un aventura gastronómica, de puesto en puesto, rodeada siempre por las miradas curiosas y divertidas de los dueños de los locales, encantados de que esta guiri entusiasta y preguntona quisiera probarlo todo. Atención la cocina de Hunan, o cocina Xiang, es una de las ocho grandes tradiciones culinarias chinas, en la que destacan sabores intensos y muy picantes: imprescindibles los chiles frescos, ajo, jengibre y pimienta de Sichuan… hasta el punto que mis compañeros de viaje mexicanos se echaban atrás con tanto picante.

Os diré que mis favoritos fueron los cangrejos de río picantes, un manjar que, sin duda, haría que volviera a Hunan solo por probarlos de nuevo.

Y el punto final a mi viaje.. Shanghai.

Que era la ciudad que menos me atraía antes del viaje… por esa idea de ciudad masiva y moderna… pero, ¡de vuelta a las sorpresas! Esa modernidad vibrante convive con la huella colonial de inspiración francesa e inglesa, principalmente, y eso resulta un contraste fascinante me atrapó al instante.

Pasear por el Bund, con sus edificios históricos al lado del skyline futurista, me llevó de regreso a la infancia y a una de mis películas favoritas: El Imperio del Sol. Allí, donde Jamie se pierde de sus padres, en el caos de la huida de la comunidad extranjera de Shanghái ante la llegada de los japoneses.  Y reconocer ese hotel, esas calles, y esos puentes que conecta el Bund con el área de Pudong…

Terminé mi viaje paseando por el Bund al caer la noche, con el horizonte de rascacielos iluminados deslumbrando a un lado y los edificios coloniales al otro, como caminando entre dos mundos que se mezclan en Shanghai.

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Y de nuevo me vi envuelta en un mar de turistas chinos, y aún así abstrayéndome, perdí la mirada en ese espectáculo urbano, comprendiendo que China es un destino de infinitas sorpresas, que invita a volver una y otra vez para seguir descubriendo sus múltiples caras…. E inagotables destinos.

Mis recomendaciones antes de viajar a China.

Como tu agente de viajes… y como viajera te recomiendo principalmente que antes de viajar a China cambies el chip, en todos los sentidos. Porque China no es solo un destino, es un mundo aparte.

  • Olvídate de las expectativas previas: nada de lo que creías saber (o imaginar) sobre China será igual. Abre la mente y prepárate para descubrir realidades sorprendentes, empezando por los propios chinos, que no son como creemos desde fuera. No son para nada bordes, la mayoría son cálidos, directos, rápidos, atentos, a veces caóticos, muchas veces divertidísimos, y tienen una manera de vivir el día a día que rompe todos nuestros esquemas.
    Y otra idea que cambió… En las grandes ciudades chinas, por ejemplo, el escupir no es ni mucho menos tan frecuente como pensaba; es algo que puede ocurrir en zonas rurales o en personas mayores, pero en general no es una práctica extendida ni visible en la vida urbana.
  • Adaptación tecnológica imprescindible:

Apps como WhatsApp no funcionan, nuestras tarjetas bancarias suelen ser rechazadas y Google Maps apenas sirve. ¡¡¡horror!!! Todo requiere una previa adaptación: descargar apps específicas para comunicarse, para pagar y para orientarse. Pero para es me tenéis a mi, que os guiaré para facilitar la experiencia antes y durante el viaje.

  • En china se habla chino… de Perogrullo, o si acaso alguna otra d elas muchas lenguas que tiene, pero casi nadie habla inglés, y de español ni hablar. Incluso en hoteles internacionales, y de luego, en recepción es común que saquen al traductor para entenderse. Por eso, un buen traductor en el móvil será tu mejor amigo, y unas palabras básicas de cortesía en chino abrirán muchas puertas y sonrisas.
  • Paciencia, mucha paciencia: Para entenderse, para moverse, para visitar cualquier sitio. En ocasiones parece que estés en un parque temático con largas colas antes de cualquier visita. Hay que aceptarlo con buena actitud o pensar en otro destino si no te gusta esperar. Por supuesto, siempre existen colas VIP (como en Disney), más cortas y más caras, pero que ayudarán a optimizar tiempo y experiencias.
  • El turismo masivo local, un cambio en la experiencia: Una de las cosas que más me sorprendió es la enorme afluencia de turistas chinos, especialmente de provincias y ciudades pequeñas, invadiendo los destinos turísticos. Hace 20 años, viajar por China era una experiencia mucho más tranquila y exclusiva, pero el crecimiento económico interno y la mejora en infraestructuras han impulsado un turismo interno explosivo. Esto significa que en lugares populares te encontrarás con grandes grupos, de colegios, de jubilados, de familias… y muchas colas, muy largas y mucha actividad. No es ni bueno ni malo, simplemente un reflejo de la transformación del país, y algo que hay que aceptar y adaptar para disfrutar al máximo. ¡Incluso se puede hacer amigos en la cola!
  • Acepta la comida local sin miedo: prueba todo lo que puedas, desde platos tradicionales hasta snacks callejeros. ¡La cocina china es un universo! Yo probé absolutamente todas las comidas que se me pusieron delante. A veces sin saber muy bien qué era. A veces preguntando y deseando no haber preguntado… lapas, medusas, serpiente.. Pero siempre con curiosidad, con hambre —literal y viajera— y con la certeza de que los sabores allí no tienen nada que ver con lo que creemos conocer como “comida china”. Pero ojo siempre que sean alimentos raros… “solo” en restaurantes de fiar, de categoría, como la sopa de tortugas que probamos una delicia de Xi’an, de tortuga de caparazón blando chino, procedente de cría en granjas.
    Se Vive Viajes Se Vive Viajes Se Vive Viajes
  • Prepárate para lo inmenso: China es enorme y diversa, no intentes verlo todo en un solo viaje. Prioriza y disfruta con calma…. Y si acaso, ya volverás.

Y ahora, sin haberlo planeado, me muero por explorar más. Porque esto solo fue el aperitivo de un destino que no deja de sorprender… si te atreves a mirar más allá del tópico, y de “las colas” 😉

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